Tres gestos

Desayunar pincho de tortilla es uno de esos lujos, poco adecuados pero necesarios, que me permito los viernes por la mañana. En el Bar Goya, que está justo enfrente del Instituto Tramontana:
 

Es uno de esos bares muy bares que cambia la clientela tres o cuatro veces al día, en función de la hora: primera hora: obreros de la construcción, repartidores, gente de trabajo físico. Media mañana: funcionarios de oficinas cercanas. Hora del vermú: gente de negocios. Mediodía: de nuevo obreros y menú del día y así…

Esto pasó alrededor de las 10h, cuando todavía no habían llegado los funcionarios. En la mesa de al lado a la mía, dos chicos de unos 30 años, curtidos y gastados, con las manos hechas polvo del trabajo manual, el pelo descolorido del polvo de la obra y esa mezcla de músculo y barriga de quien pasa de cargar carretillas de cemento a bocadillos de panceta. Uno de los dos le enseñaba, constántemente fotos al otro, situándole el móvil entre la cara y el bocata:

— ¿A que está guapo?

— Mmmhhhmm (asiente mientras mastica)

— Menudos ojazos ha sacado, ¿eh?

— Mmmhmmm

— Es que mi hermana es muy guapa y claro.

— (silencio)

— No veas cómo lo quiero, tío, y es que encima es guapo el cabrón.

Se entienden fácilmente las dos actitudes. Uno quiere aprovechar su descanso para disfrutar del bocadillo y el otro no puede disfrutarlo porque al lado del amor que siente por su sobrino —y las ganas de divulgarlo—, ese bocadillo no es nada. 

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Ayer me llegó un paquete. Me lo mandaba un señor mayor al que le compré un cachivache por Wallapop. Llegó bien empaquetado. El papel era de estraza y del bueno, del de antes. Estaba plegado con cuidado y, aunque no se notaba maestría, sí se percibía la intención por doblar cada canto y cada sobrante correctamente. Dentro, todo bien acolchado y aislado, tratado con cuidado para evitar golpes, líquidos o causar una imagen de desdén en la persona a la que le vendió el aparato, por respeto al contenido de la caja, a la persona que se lo compra y al acto en sí mismo.

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A menudo almuerzo un Poké (o poke o como se escriba) en Pokelolo, un sitio de al lado del Instituto donde tratan bien a todo el mundo y se preocupan de que comas sano. Hoy, que vuelve a arreciar el calor, han sacado una mesita con limonada gratis para todo el que pase y quiera servirse un vaso. 

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En época de palabrerío, de postureo moral y de discursos importados, esos tres gestos buenos, verdaderos y serenos, me han alegrado el día.

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Ayer abrimos la convocatoria del Programa de Narrativa y Diseño de Mensaje de 2021-22. La edición pasada fue maravillosa y la prueba está en que quienes lo cursaron lo van contando en redes sin que nadie se lo haya pedido. Antúnez debe estar en una nube (y se lo ha ganado).

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Por aforo y disponibilidad, hemos pospuesto el Programa de Dirección de Diseño a septiembre. Eso nos da algo de tiempo para entrevistar a algunas personas más, pues queda alguna plaza. Si te lo planteas, por tu momento o por tu ambición profesional, avísame rápido y buscamos hueco para hablar.

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En otro momento te contaré lo que me está suponiendo escribir guiones para enseñar una cosa en video (spoiler, mucho más divertido de lo que pensaba). Ahora sólo quiero recordarte que si tienes pensado trabajar con ellos, nuestro curso en video de Sistemas de Diseño tiene aún un precio de 280€ pero serán 360€ cuando lo lancemos en Julio. Dale una oportunidad al trailer del curso y decide.

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Descansa, pasea, lee y enfoca la vista a lo lejos este fin de semana.