Métricas para posaderas
Ayer nos gastamos una pequeña fortuna en muebles nuevos para que convivan con los que ya tenemos, que son en su mayoría lo que ahora llamamos vintage, pero que para mi son productos bien hechos que llevan cincuenta o sesenta años haciendo muy bien lo que tienen que hacer.

Vamos a tener que dar asiento a dos docenas de personas bien prontito. A eso súmale los profesores y los profesores asistentes. Entre una cosa y la otra, unos treinta traseros que deben encontrar confort en las mínimo cuatro horas que pasen en el Instituto. Algunos más, pues vendrán de fuera de Madrid y probablemente quieran pasar el día trabajando allí.
Para poder calcular costes de todo eso a la hora de buscar, tenemos nuestra propia métrica: el CPC o coste por culo, que varía en función de si es en sofá, en sillón o en silla. Por lo general nos estamos ciñiendo a los límites pero hay hueco para caprichos como estas sillas con mesa que llegarán en breve:

O el precioso par de sillones que se esconde en estas cajas que llegaron ayer:
Los muebles son la interfaz entre las personas y el espacio que habitan, median y condicionan su percepción y su uso. Si queremos crear un espacio que se quiera habitar, tiene que haber madera buena y asientos cómodos. Salones y no aulas, sillones y no pupitres. ¿Habrá puestos de trabajo? Sí, claro, pero primamos la habitabilidad sobre la estricta funcionalidad. Ay, de nuevo aquí el delectus versus la utilitas.
Mañana firmamos y nos dan las llaves. Tengo el deseo secreto de sentarme en el suelo de una sala, en silencio, y sorberme despacio un whiskicito a la luz de tarde que entra por las ventanas que dan al sur.