
Además de leerla en este correo, puedes escuchar esta reflexión de mi voz en el podcast de Spotify o en Apple Podcasts
¡Ah! Y antes de que se me olvide: al final del correo hay un postscriptum que te afecta. No lo dejes pasar, por favor.
Integritas — Un edificio tiene integridad, igual que un hombre. Debe ser acorde con su propia idea, tener su propia forma y servir a su propio propósito.
Hace veinte años, esa novela —y después esa película— me cambiaron la forma de entender el diseño. Las palabras de Gary Cooper interpretando a Howard Roark frente a ese comité no podían ser más limpias y contundentes: no hay integridad en la obra si no se consagra a algo verdadero y si, en su manera de hacerlo, no se muestra, no toma la forma que su propia naturaleza demanda.
Año 2002: yo era un joven diseñador que empezaba a entender que no todo era funcionalidad o usabilidad, que había más, que la estética y lo bello eran más que fachada o superficie, que el diseño podía evocar y ayudar a emocionar pero… ¿Dónde estaba el puente entre las dos?
¿Qué tenían algunas aplicaciones y algunos objetos para, sin ser especialmente estéticos, sentirse mejores, más completos, más terminados? ¿Dónde estaba el puente secreto, la conexión, el catalizador que hacía que utilitas y delectus encajasen en una sola cosa? Ahí lo encontré, en los primeros minutos de una película del año 49.
Lo había dicho Platón, miles de años atrás: no hay belleza sin verdad.
Es la verdad lo que conecta belleza con acción, la verdad que, en el idioma de quienes diseñamos, proyctamos o construimos tiene otra palabra: integridad. Ahí está, ese es, el puente, el engranaje, el brazo tractor que articula el delectus con la utilitas, lo deseable con lo posible, lo ideal con lo real.
Cuando aprendí a mirar, supe ver la belleza de la verdad en muchas partes: en las fotografías de Navia y en los textos de Terrés, pero también las decisiones de Alfonso de Visual o en el cine de Santos Bacana.
Pero… ¿Y en diseño? Qué es la integridad? ¿Dónde está? ¿Cómo se logra?
Decía Santo Tomás que la Integritas ocurre cuando algo deja de estar incompleto, cuando muestra Consonantia, cuando todas sus partes encajan a la perfección, cuando no sobra ni falta nada y todo está en su justa proporción —la Debita Proportio— y, sobre todo, cuando todas esas partes juntas sirven —y muestran— una idea clara: la Claritas Pulchri.
La integridad exige entrega intelectual e individual ¿Se habría logrado la Torre Eiffel con sprints, el Porsche 911 con scrum o el Eixample de Barcelona con agile? ¿Puede haber integridad en un producto que sale de la cocreación?
Lo creado en la integridad es dinámico pero estable, delicado pero robusto… No soportaría una pieza de menos ni un añadido de más. Belleza en la unidad, en el número, en la forma y en la función. Y en la ejecución... lógica y economía. La sensación al lograrlo es hermosa e íntima, como de realización, de completitud. Puede que no lo aprueben o no sobreviva, pero tú y yo sabemos que has creado algo sólido e íntegro, algo que merece existir.
Más que el acta, non verba de San Juan de de Cruz, la integridad es un acta sequuntur verba, o sea, actos que siguen a palabras. De nuevo, un puente entre lo etéreo y lo tangible.
De todos los valores, la integridad es el más costoso, el que más dinero, dedicación y desgaste exige, porque empieza en la coherencia. Pensar lo que uno dice y hacer lo que piensa, que los actos reflejen los valores. El Manantial o Solo ante el Peligro; Gary Cooper en ambas, la misma idea.
Honor, verdad, creación, palabra, honestidad, lealtad y coherencia… La Integritas es el territorio en el que todas habitan, el lugar donde ser y hacer se vuelven uno mismo, donde el acto de diseñar y el objeto diseñado encuentran continuidad, donde la profesión y la profesionalidad, la persona y la dignidad se encuentran y se proyectan en el tiempo y la materia… de forma inevitable, incondicional, sin ambigüedades ni tonos de gris. O como dice Howard Roark en El Manantial:
— You must take it as it is or not at all.
PS: Tinyletter, la plataforma sencilla, amigable y de escala humana que uso para mandar estos correos y que llevo usando desde hace cinco años, cierra 😔 la compró Mailchimp, te puedes imaginar. Me debato entre seguir en alguna otra indie y pequeñita o mudarlo todo a Substack con los pros y contras que conlleva. ¿Tienes alguna preferencia o experiencias previas que me convenga saber?
En breves mandaré un correo con la decisión y el camino que sigamos. Espero que sea lo menos molesto para ti y el resto de quienes me habéis acompañado en estos cinco años bonitos cinco años de Tinyletter.